Sí, es cierto, y hay que reconocerlo. Los últimos meses, además de vertiginosos, han sido duros; y la mezcla resultante entre errores propios y una campaña de ataque visceral hacia el cambio político en este país han terminado, como no podía ser de otro modo, haciendo mella. Hemos saltado una carrera de vallas de sucesivas elecciones, organizándonos y haciendo campaña, navegando y construyendo el barco al mismo tiempo. Hemos cometido errores, muchos, a veces por las prisas, a veces por fallos humanos, a veces por decisiones mal tomadas. Tras acometer retos inusuales para una formación política de tan escasa historia a sus espaldas, Podemos ya no es exclusivamente ese outsider inicial que, llegando incólume de afuera, aún disfrutaba de su ventajosa posición al margen de lo malo conocido. Con la necesaria normalización, hemos aceptado también el reto de la responsabilidad, con la inevitable perdida de frescura que ello conlleva. Pero, pagando ese precio, muchos de nosotros hoy están en posiciones institucionales de gobierno, haciendo todo lo posible por revertir la dramática marcha de recortes de derechos sociales y de libertades de los últimos tiempos.

Las fuerzas del régimen han desplegado toda su artillería a discreción, desde todos los frentes, con todos sus medios, como nunca antes se había visto. Sabemos que quienes quieren cambiar las razones de la desigualdad, del empobrecimiento; quienes quieren defender la democracia, las libertades y derechos conquistados, en tiempos de crisis, cuando realmente hay que hacerlo, nunca lo han tenido fácil. Nuestra principal y casi única fuerza es el apoyo de la gente; nuestra fuerza es la ilusión de tanta gente por un país más decente, por echar a los golfos, por ver que sí se puede vivir en un país mejor.

Hoy el ajado rostro que presentan los partidos políticos hasta ahora mayoritarios ya no se parece al de su gente. Y con la irrupción de Podemos en un tablero que hasta ese momento solo conocía movimientos preestablecidos, hemos llevado el lenguaje de la política a la calle, a los centros de trabajo, a los bares y a los hogares. Por ello, desmoralizar, empujar a la resignación y al cinismo, reconducir la esperanza que quedaba hacia los partidos del nuevo y viejo “gatopardismo”, ha sido la tarea constante y permanente de todos aquellos actores que ahora buscan impedir las posibilidades de cambio político. Esto no es una excusa, tampoco una lamentación, sabíamos a lo que veníamos y lo afrontamos como tal. “No hay rosas sin espinas, mas si espinas sin rosa alguna”, solía decir Schopenhauer. Podemos nació hace menos de dos años, y durante este tiempo hemos alterado por completo el panorama político español. Personas que nos encontramos en este proyecto, y que no veníamos de la política profesional, decidimos dar el salto sin saber si había agua en la piscina. La hubo y todavía la hay; debemos, tenemos, la hercúlea tarea por delante de no fallar, de no fallarnos.

Vamos a poner en práctica una campaña histórica, una campaña protagonizada por la ciudadanía; vamos a publicar un programa, del que muchos no van a querer hablar, entre otras razones por sus medidas de reactivación económica y porque no va a dejar a nadie en la cuneta. Se dan todos los ingredientes para que se pueda abrir un debate constituyente que inaugure un nuevo pacto social, un orden constitucional producido por y para garantizar la libertad y los derechos sociales. Cierto: existe el peligro de que se secuestre el debate para limitarlo a una reforma tutelada por las élites y excluir así a la ciudadanía. Pero la puerta no está cerrada, se atisba una luz al fondo y vamos a abrirla.

Nunca lo hemos tenido fácil; nadie nos ha regalado nada; hemos llegado aquí con la mochila de muchos aprendizajes, de muchas situaciones complejas. Pero lo que nos sigue impulsando hoy es la misma y tenaz fidelidad a un proyecto con voluntad de ganar, una ilusión desbordante. Estamos ante un escenario político abierto y volátil como nunca antes se había visto; en el que cada voto, cada acto, cada pequeño gesto y compromiso de los Círculos, militantes y simpatizantes, va a resultar decisivo. Calle a calle, boca a boca, vamos a montar una campaña contra el cinismo y el miedo, por el futuro y la alegría. Porque, ¿quién si no es Podemos puede abanderar este cambio? La democracia se defiende ejerciéndola y sabemos que el orden no reina todavía en Berlín, pues se levanta sobre la arena. Estamos a punto de abrir un nuevo tiempo para este país y por nuestra parte vamos a hacer lo imposible para lograrlo. Es ahora, entre las brumas, y en el momento donde parecen acabarse los caminos, cuando comienza el verdadero viaje. No nos fallemos.

InfoLibre, GERMÁN CANO y JORGE MORUNO

Miércoles, 28 de octubre de 2015

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