La República de Cuba atraviesa desde hace años una crisis política, económica y social que se ha visto agravada recientemente por una serie de acontecimientos de gran calado para el país. A la persistencia del embargo económico, comercial y financiero impuesto por EE.UU. hace más de 60 años, y rechazado recientemente por la inmensa mayoría de la Asamblea General de la ONU, se han sumado factores como el impacto de la crisis mundial de la COVID-19, que agudizó su necesidad de importaciones e hizo caer el turismo (principal fuente de ingresos); las decisiones del expresidente Trump, que endurecieron el bloqueo con sanciones a los envíos de remesas a la isla; o la decisión del Gobierno cubano de eliminar el sistema de moneda dual en 2021, que provocó hiperinflación y una alta subida de los precios. Todo ello ha generado un enorme malestar entre una población ya aquejada por la desigualdad y la pobreza desde hace varios años, que ha culminado en las movilizaciones de los últimos días por parte de detractores y defensores de la Revolución cubana.

Pese a la permanencia de un embargo que dura ya demasiados años —y que ha provocado, por ejemplo, que Cuba tenga problemas de desabastecimiento de alimentos y suministros básicos, como electricidad o material sanitario, en un contexto de pandemia mundial—, la isla ha logrado mantener un cierto nivel de desarrollo superior al de otros países de su entorno. Además, mantiene relaciones comerciales y de cooperación en materia educativa, médica, universitaria, deportiva y cultural con otros países de América Latina y el Caribe y de África. Aunque las cifras sanitarias actuales son ciertamente preocupantes, logró capear bien las dos primeras oleadas del virus, con cifras muy inferiores a las de países de su entorno y de muchos países europeos. Aun en las condiciones económicas más difíciles, logró fabricar sus propias mascarillas y desarrollar dos vacunas contra la COVID-19. En pleno estallido mundial de la pandemia, colaboró con numerosos países con el envío de personal médico y también quiso dar la batalla, junto a nuestros sanitarios y sanitarias, contra el virus en nuestro país.

La situación en Cuba es muy compleja y su solución pasa, en primer lugar, por garantizar el derecho a la protesta pacífica y por atender las demandas de una parte del pueblo cubano legítimamente movilizado por el descontento. Manifestamos nuestro máximo apoyo y solidaridad con el pueblo hermano de Cuba en su búsqueda de justicia social y democracia. Condenamos tajantemente cualquier represión violenta de movilizaciones pacíficas y exigimos justicia y rendición de cuentas para la primera víctima y sus familiares, así como la liberación de las personas detenidas arbitrariamente.

El pueblo cubano también se moviliza hoy por obtener mayores libertades y mayor democracia en un sistema que, por otro lado, ha sido privado de su capacidad de explorar otras opciones de apertura y, con todo, ya estaba emprendiendo algunas reformas en esa dirección. Con las protestas, el Gobierno ha anunciado que se va a permitir hasta fin de año la importación libre de aranceles de alimentos y medicinas a los viajeros que ingresen en la isla. A quienes hoy señalan y jalean estruendosamente contra Cuba desde fuera se los ha visto poco preocupados por los derechos fundamentales en países con unos niveles de abusos y violencia infinitamente mayores, tanto en la región latinoamericana como en el Golfo Pérsico o en la propia vecindad europea. Con todo, Cuba es un país que, como muchos otros, y pese a los avances de los movimientos pro derechos humanos, todavía tiene un largo recorrido en términos de reconocimiento y garantía efectiva de derechos para los colectivos más discriminados y los más vulnerables.

La única opción viable es una solución política, que necesariamente pasará por corregir los déficits democráticos del sistema cubano y por iniciar, cuanto antes, un diálogo nacional que facilite una solución pacífica y dialogada del conflicto. Además, se debe garantizar la participación de la sociedad civil —en particular, de la juventud, las mujeres y los movimientos y organizaciones de derechos humanos— en dicho proceso de diálogo y de democratización del país.

Por otro lado, y aunque la explosión del descontento popular es compleja y no se explica solo por el bloqueo, lo cierto es que Cuba está sufriendo injerencias externas que buscan desestabilizar el país, empezando por los últimos 60 años de embargo y siguiendo por los intentos de la extrema derecha mundial, con sus turbas de bots y fake news cargadas de imágenes falsas, lanzándose sobre Cuba a través de una campaña orquestada en redes sociales los días previos al estallido de (y durante) las protestas. Son los mismos que hoy señalan a Cuba pero no condenan la represión y los asesinatos diarios en Colombia o en Brasil, y que apoyan el golpismo en Bolivia, Chile o Perú. El propio alcalde de Miami (un cuarto de cuya población es de origen cubano) ha pedido al presidente Biden que considere lanzar ataques aéreos contra la isla. La solución al conflicto actual en Cuba pasa también por frenar esos intentos de injerencia extranjera y por reforzar el compromiso de la comunidad internacional con la paz, la democracia, los derechos humanos, la justicia social y la soberanía de los pueblos para decidir sobre su propio destino.

Cuba es de una importancia geoestratégica vital para la región y para nuestro país, por lo que es importante cuidar nuestra presencia allí y nuestras relaciones bilaterales con la isla. Toca estar a la altura del sentimiento de fraternidad y solidaridad que existe entre nuestros pueblos. Nuestro Gobierno debería ser también uno de los actores principales para liderar la exigencia del fin inmediato del bloqueo económico a la isla, mediar en el proceso de diálogo para lograr una solución pacífica del conflicto, y colaborar con la sociedad civil para reforzar su papel y su participación en dicho proceso de diálogo y en el de democratización posterior. Por último, rechazamos frontalmente la constante utilización de los conflictos internacionales por parte de la derecha española para sus intereses nacionales y partidistas, a la cual no le importa lo más mínimo el bienestar y el futuro de los pueblos. Ante la crisis y las protestas en la hermana Cuba, una España a la altura y soluciones políticas sin injerencias.


Viernes, 16 de julio de 2021