El líder de Podemos inicia una gira para arropar a los “alcaldes del cambio” y construir su candidatura. EL PAÍS pasa un día con él en Cádiz

Pablo Iglesias quiere aprovechar el momento. Consciente de que la oportunidad que abrió el éxito de las candidaturas de unidad popular en varias ciudades puede cerrarse con rapidez, el líder de Podemos se lanzó el pasado viernes a la campaña de las generales con una gira por esos “Ayuntamientos del cambio” y una estrategia que busca convertirle en un candidato cercano, con un talante renovado. “Se nos puso mal gesto, mala cara y mal tono, hay que corregirlo”, reconoce mientras recuerda la “presión” y los errores cometidos. “Nos faltaba experiencia y llevamos un poco mal el nivel de sobreexposición como consecuencia de nuestro crecimiento, y además recibimos muchísimos palos. Creo que hay pocos actores políticos que han sido tan atacados como nosotros”.

El político intenta ahora recuperar la frescura de la iniciativa que impulsó en enero de 2014. La dirección de Podemos recurrió a la táctica como principal arma frente “a un adversario con más músculo y dinero”. Aprendieron a improvisar sobre la marcha, como en el jazz o en el blues, afirma Iglesias, quien ahora se centra en presumir de alcaldes como la juez Manuela Carmena en Madrid, Ada Colau en Barcelona o José María González, Kichi, en Cádiz. Esta última ciudad es su primera etapa.

El viaje, que tiene connotaciones más propias de una estrella del rock que de un político tradicional, comienza en el aeropuerto de Barajas a las ocho de la mañana. Le acompañan 12 personas de su equipo, entre ellas dos colaboradores muy próximos, Irene Montero y Rafael Mayoral, el asesor de comunicación o, según una figura que remite a la serie danesa Borgen. spin doctor de esta “ruta del cambio”.

“¿Dónde nos hemos metido?

Enero de 2014, Teatro del Barrio de Lavapiés. Pablo Iglesias, Íñigo Errejón, Carolina Bescansa, Juan Carlos Monedero, Miguel Urbán y Teresa Rodríguez, entre otros, lanzan Podemos. El teatro estaba lleno, pero apenas hubo preguntas de la prensa. Casi un año y medio después, cualquier acto o afirmación del líder de la formación tiene una repercusión mediática insólita incluso entre políticos. La vida de Iglesias se ha complicado por sus responsabilidades orgánicas y por el alcance de su proyecto y muchos en Podemos se han hecho mayores. “El primer cambio es casi biológico”, explica Iglesias. “Fernando León \[que está rodando un documental sobre el partido\] nos decía qué viejos se están haciendo los veinteañeros”.

—Ha pensado alguna vez… ¿‘Dónde me he metido’?

—Constantemente he pensado donde me he metido. Casi cada noche pienso nos hemos metido en un lío muy gordo -bromea Iglesias-, con mucha ilusión, quién se iba a imaginar que Kichi iba a ser alcalde de Cádiz… Y te preguntas a veces ¿dónde me he metido?

Cruzar la T-4 se convierte en una sucesión, ya habitual desde el pasado otoño, de palmadas y selfies. Iglesias aprovecha para comprar un champú. Cuenta que en una ocasión, hace ya muchos años, se cortó el pelo, pero lo tenía muy rebelde y volvió a la coleta. Ya en el avión, donde sigue viajando en clase turista, el secretario general de Podemos comienza a preparar su intervención en un acto de apoyo al regidor de Cádiz celebrado por la tarde delante del Ayuntamiento. Toma notas en un cuaderno porque prefiere apuntar ideas y hacer esquemas. El diseño de su estrategia y campaña, explica, también está claro: “Romper las relaciones institucionales entre los gobernantes y la gente. Eso implica un lenguaje distinto, un nivel de cercanía mucho más alto, un feeling con la gente que tiene que ver con la carretera”. Se trata, defiende, de la segunda fase de ese cambio de estilo en la política que Podemos promovió hace un año.

Sentado en la última fila de un autobús, entre Jerez y Cádiz, Iglesias razona sobre la relación con el PSOE y con IU, formación con la que colaboró y que, dice, no le hizo “ni puñetero caso”. “Nos lanzamos porque nadie nos hacía caso”, y ahora “tenemos hojas de ruta diferentes”, zanja en referencia a su proyecto de unidad popular.Habla de Pablo Echenique —“pasó como en el colegio, nos conocimos pegándonos, y precisamente porque nos peleamos surgió una amistad especial”—, de Teresa Rodríguez —“una dirigente con una enorme autoridad”— y Juan Carlos Monedero —“un intelectual con una enorme libertad, tomó una magnífica decisión”—. ¿Venezuela? “Supongo que nos seguirán dando muy duro, pero [ese discurso] cada vez funciona peor”, defiende. ¿Guillermo Zapata y los tuits injuriosos que lanzó hace cuatro años? Fue “una decisión prudente retirarse de Cultura”. “Los tuits no tienen justificación, creo que se equivocó, y cuando alguien se equivoca tiene que pedir perdón. Pero creo que dio la cara muy rápido y que dio un ejemplo”, señala.

El ‘storyboard’ del cambio

Tras almorzar un bocadillo, la jornada se desarrolla como unstoryboard —un guion gráfico—. Abrazo con Kichi frente al Ayuntamiento. Reunión con directores de colegios para buscar una salida a una de las primeras medidas del regidor de Cádiz: abrir los comedores en verano para que los menores en riesgo de exclusión tengan alimentación garantizada; cita con los concejales de la lista Cádiz Sí se Puede, fotos con los primeros novios casados por los nuevos ediles; declaraciones a los medios de comunicación, en las que, una vez más, hace hincapié en una de las prioridades de los alcaldes de las candidaturas impulsadas por Podemos. Esto es, frenar los desahucios de las familias sin alternativa habitacional.

Antes de pronunciar su discurso, a las cuatro de la tarde bajo un sol de justicia, el equipo come en un bar próximo al Consistorio. Iglesias pide salmorejo y comparte chuletón. El líder de Podemos bebe mucha agua y evita el café. “Tenemos que recuperar algo que forma parte de nosotros, la sencillez, la accesibilidad la capacidad de reírnos, de hacer bromas y no estar preocupados por ser como somos”, insiste. “Creo que hemos ganado en capacidad de ironía”.

Queda por ver cuál será el impulso de alcaldes como Kichi para Podemos. De sus aciertos o errores depende, en buena medida, el futuro del partido y su éxito ante las elecciones. Pero Iglesias se muestra confiado. “El contraste Trías/Ada, Teófila/Kichi o Botella/Carmena se va a notar mucho”, mantiene. “Lo que algunos anunciaban como la llegada de los bárbaros se va a transformar en instituciones mucho más amables”. Iglesias y su dirección, en cualquier caso, creen tener una ventaja: la estrategia. “Si estamos tocando una melodía, al igual que en el blues y en el jazz, hay que saber improvisar. Ahora tocamos una fuga que nos tiene que llevar a ganar las generales. El momento pide rock and roll”.

El País, FRANCESCO MANETTO

Sábado, 20 de junio de 2015

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