La transición energética podría organizarse en torno a dos ejes. El primero, un Plan de Eficiencia Energética, y especialmente un Plan de Rehabilitación Energética de Edificios […] El segundo, un Plan de Energías Renovables que incorpore todos los eslabones en la cadena de valor, desde la investigación y fabricación hasta la instalación y generación de energía.

El elevadísimo nivel de paro y la obsolescencia del modelo productivo son dos problemas de la economía española sobre cuya gravedad el consenso es amplio. Ante estos desafíos, la política económica del Gobierno del PP descansa fundamentalmente en una apuesta espuria por ganar competitividad: rebajar los costes salariales y flexibilizar aún más el mercado de trabajo, confiando en que la devaluación interna impulse una cierta inversión nacional y extranjera que reactive la economía. Este planteamiento, al confiar exclusivamente en las fuerzas del mercado, renuncia a orientar el crecimiento económico y abandona de facto cualquier pretensión de modificar nuestro ineficiente modelo productivo y crear empleo de calidad.

Frente a este futuro desilusionante y precario, nosotros queremos ofrecer a la ciudadanía un nuevo proyecto de país. Un proyecto que transforme nuestra economía para reducir el desempleo, sin tener que malvender por ello nuestros derechos y sin rehusar al cambio de patrón de crecimiento. La transición hacia un modelo energético eficiente y renovable cumple con estos requisitos de forma difícilmente superable y proponemos que constituya uno de los pilares de la transformación.

La transición energética podría organizarse en torno a dos ejes. El primero, un Plan de Eficiencia Energética, y especialmente un Plan de Rehabilitación Energética de Edificios. En el corto plazo, la rehabilitación de edificios es un traje a medida para las necesidades de España: una fracción importante de aquellos que perdieron su empleo en la construcción con el estallido de la burbuja inmobiliaria podría trabajar en esta actividad. El segundo, un Plan de Energías Renovables que incorpore todos los eslabones en la cadena de valor, desde la investigación y fabricación hasta la instalación y generación de energía. Estas actividades, de alto valor añadido, requerirían muchos empleos asociados de alta cualificación.

Datos concretos acerca de este tipo de planes pueden encontrarse en el documento elaborado recientemente por Robert Pollin, profesor de la Universidad de Massachusetts Amherst, a petición de Podemos. En él se presenta una propuesta consistente en una inversión anual del 1,5% del PIB durante 20 años para cambiar el modelo energético español. Este programa no requeriría un aumento muy significativo del gasto público, pues una inversión pública moderada sería capaz de arrastrar una cantidad importante de inversión privada. Su puesta en práctica supondría la creación de más de 400.000 empleos. Además, se lograría una disminución del consumo de energía primaria nacional del 30%, una importante reducción de las importaciones de combustibles fósiles y un fuerte descenso de las emisiones de CO2.

Por último, el documento de Pollin incluye una dimensión social imprescindible: estos planes han de ser organizados de modo que la propiedad de los nuevos sistemas de producción de energía permanezca en manos de ayuntamientos, pequeñas empresas o consumidores (fomentando en particular el autoconsumo eléctrico).

En el pasado, el apoyo a las energías limpias podía parecer un lujo de países ricos o un capricho de ecologistas frente a los que se imponía el pragmatismo de la lógica económica. Ya no. Hoy la propuesta de transición energética es precisamente una manifestación de ese pragmatismo.

El Mundo, NACHO ÁLVAREZ
Responsable del Área de Economía de Podemos

Martes, 21 de julio de 2015

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