La reciente actualización de la contabilidad nacional trimestral (CNTR) aporta nuevos datos sobre el tipo de crecimiento de la economía española. Hay dos ideas que merece la pena señalar:

a) La devaluación salarial está provocando un enorme perjuicio a la mayoría de la población y generando exclusión social, lo que, en este caso, se refleja en la distribución de la renta entre salarios y beneficios empresariales.

b) En gran medida se está reproduciendo el mismo modelo de crecimiento que vimos antes de la crisis iniciada en 2007, sin un desarrollo adecuado de nuevos sectores más productivos.

En primer lugar, la llamada devaluación interna no ha sido neutral. Al contrario: el conjunto de los trabajadores ve cómo se incrementan sus rentas solo un 2,2% en términos interanuales, a la vez que los beneficios crecen más del doble (un 4,9%). En otras palabras, el crecimiento económico se ha traducido esencialmente en beneficios empresariales más altos.

La situación es especialmente grave al producirse sobre unos salarios ya deteriorados, desde 2007. Las rentas del trabajo (incluyendo tanto asalariados como autónomos) han visto perder más de un 5% del PIB. Esto supone que, por ejemplo, en el tercer trimestre de 2017, si se hubiera mantenido la participación de las rentas del trabajo sobre el PIB que había en 2007, los trabajadores habrían ingresado de 12.220 millones de euros más.

Los puestos de trabajo destruidos por la crisis y las políticas de austeridad se están sustituyendo por nuevos empleos más precarios y peor pagados. En consecuencia, el cambio de ciclo no viene acompañado de una mejora en los salarios para la mayoría social del país: en los primeros trimestres de 2017, el coste salarial por hora ha caído un 0,2% respecto al mismo periodo del año anterior. Dado que la inflación acabará previsiblemente el año en torno al 2%, esto supondrá una fuerte pérdida de capacidad adquisitiva de los salarios. De hecho, el salario por hora sigue siendo aproximadamente el mismo, en términos reales, que en 1995 (apenas ha subido un euro en estos años), aunque la productividad laboral ha aumentado.

En segundo lugar, la economía española no tiene una mayor fortaleza productiva ahora que antes de la crisis. Al contrario, la especialización sectorial apunta a un tejido industrial más débil y orientado al turismo (que ha crecido un 10,3% en términos interanuales).

El crecimiento económico se vuelve a basar, desde el punto de vista de la oferta productiva, en servicios muy intensivos en mano de obra, pero con menor crecimiento de la productividad que la media. También refleja que los sectores que más empleo crean son los vinculados a la construcción (4,2%) y al sector inmobiliario (5,7%), con un claro predominio del sector del comercio, el transporte y la hostelería (uno de cada cinco puestos de trabajo creados en el último trimestre ha sido en este sector).

A la vez, la pérdida de peso de las manufacturas (1 punto percentual desde el inicio de la crisis) refleja una agudización de la desindustrialización que sufre la economía española desde los años ochenta. Este tipo de terciarización, cada vez más basada en servicios sin una base industrial, expone a la economía a fluctuaciones agudas de la actividad y, por ello, a una mayor duración de las recesiones y crisis económicas.

Todo ello no es sino el resultado de las políticas del actual Gobierno y su apuesta por del mismo modelo de producción y empleo, que se sigue basando en el turismo y en la construcción. Es fundamental cambiar la orientación de la política económica en nuestro país.

Como primer paso, es necesario incrementar los salarios. Por ello, proponemos un aumento del salario mínimo interprofesional (SMI) del 7% hasta alcanzar los 1.000 euros mensuales, con sucesivos aumentos hasta que converja con el 60% del salario medio. Además, para que este incremento se generalice al conjunto de los trabajadores, es necesario derogar las reformas laborales y reforzar la negociación colectiva. Estos incrementos salariales sirven tanto para promover el propio crecimiento de la economía española (a través de un mayor consumo e inversión) como para que la recuperación se traslade de verdad a los hogares.

Como segundo paso, es necesario transformar el modelo de crecimiento. Las lecciones de la época de la burbuja inmobiliaria y la crisis son claras: si queremos tener un crecimiento sostenido, tenemos que reforzar los sectores de alto valor añadido. Ello pasa por un Plan Nacional de Transición Energética que genere empleo de calidad y afiance un crecimiento sostenible, y por la apuesta decidida por el desarrollo de sectores estratégicos basados en la innovación y la digitalización.

Secretaría de Economía, Energía y Modelo Productivo

Jueves, 30 de noviembre de 2017