Los datos hechos públicos por el Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE) muestran una evolución alarmante. Por una parte, se incrementa el paro registrado hasta alcanzar los 3,41 millones de personas, de las cuales solo 1,89 millones tienen alguna prestación por desempleo (lo que supone poco más de la mitad, el 55%).

Además, el empleo que se está creando se caracteriza por su elevada precariedad. Y esto se ve reflejado de manera especial en que la mayoría de los nuevos empleos tienen un carácter temporal (el 90,3% de los contratos firmados), en que la duración de estos contratos es muy reducida (1 de cada 4 duran menos de una semana) y decreciente (43 días frente a 68,4 días en el mismo mes de 2007) y en la elevada parcialidad (casi la mitad de los contratos indefinidos son a tiempo parcial o fijos discontinuos). Todo ello es resultado de la persistencia del mismo modelo de producción y empleo, en el que es necesario firmar casi 86 contratos para crear una nueva afiliación a la Seguridad Social.

Estos datos no son coyunturales, sino que como vemos a continuación son la confirmación del modelo de crecimiento de baja calidad que se deriva de la política económica del Partido Popular. Como consecuencia, se mantiene el proceso de devaluación salarial y las condiciones laborales se deterioran. Al mismo tiempo, se consolida una bolsa de paro de larga duración con niveles de protección cada vez menores.

Empleo temporal y acumulación de contratos de cada vez menor duración

Gráfico 1: La mayoría de los puestos de trabajo creados son temporales.

Gráfico 1: La mayoría de los puestos de trabajo creados son temporales.

El 57% de los empleos creados entre el segundo trimestre de 2014 y el segundo trimestre de 2017 son temporales, tal y como se puede ver en el gráfico 1. Esto contrasta fuertemente con el anterior periodo expansivo (2002-2007), en el que el 74% de los nuevos empleos fueron con contratos indefinidos. Una prueba más de la inutilidad de la reforma laboral para resolver este problema, que de hecho se agrava.

La lacra de la temporalidad se hace aún más evidente si nos fijamos en la duración media de los contratos firmados (gráfico 2). El número de contratos con duración inferior a siete días llega a suponer un 26% del total, frente al 15% una década antes.

Si comparamos los contratos que se firmaron en el periodo de enero a agosto de 2007 con los firmados para el mismo periodo en 2017 (gráfico 3), vemos que los únicos contratos que realmente se incrementan son aquellos que tienen una duración inferior a siete días. Y los más frecuentes son los que duran menos de quince días.

Gráfico 2: Duración media de los contratos, en días.

Gráfico 2: Duración media de los contratos, en días.

Gráfico 3: Los nuevos contratos firmados son de muy corta duración. Variación enero-agosto 2007/enero-agosto 2017.

Gráfico 3: Los nuevos contratos firmados son de muy corta duración. Variación enero-agosto 2007/enero-agosto 2017.

Por último, si consideramos el número de contratos que son necesarios para que se cree un nuevo puesto de trabajo, el aumento de la rotación es también muy evidente. En 2007, se firmaron en total 18,6 millones de contratos, y se crearon 511.697 puestos de trabajo nuevos: para crear un puesto de trabajo se firmaron 36,39 contratos. En cambio, en 2016 se firmaron más contratos (casi 20 millones) y se crearon menos empleos netos: un aumento de 480.856, con lo que han hecho falta 41,55 contratos por cada puesto de trabajo nuevo.

Esto se aprecia también si centramos la atención únicamente en los empleos temporales. En 2007 hubo en promedio 5,3 millones de asalariados temporales, y se firmaron 16,4 millones de contratos temporales: la ratio es 3,1. En 2016, esta ratio se eleva hasta 4,6: cada asalariado temporal tiene de media 1,5 contratos más al año.

El paro de larga duración y la desprotección de la población en situación de desempleo

Otra característica permanente en la evolución del mercado laboral es su incapacidad de dar trabajo a las personas en situación de paro de larga duración (paradas durante dos años o más). Un 42% del total de las personas en desempleo se encuentran en esta situación, cifra similar a la del año 2014 (cuando se vuelve a crear empleo) y notablemente superior a la de 2007 (12,2%).

Por otro lado, el sistema de protección por desempleo en agosto de 2017 cubría únicamente al 55% de las personas en situación de desempleo (en el mismo mes de 2007 era un 72,6%), lo que supone que un millón y medio de parados registrados no reciben ninguna prestación.

Sectores de creación de empleo

El empleo creado desde que se registrara el peor dato de la encuesta de la población activa (EPA) (primer trimestre de 2014) se concentra principalmente en el sector de servicios de comidas y bebidas. De hecho, según datos de la Seguridad Social, este sector es el que más contribuye al crecimiento del empleo desde hace dos años.

Observando con más detenimiento los sectores que están impulsando el crecimiento del empleo, en comparación con los primeros años del periodo anterior de recuperación (2000-2003), vemos que la diferencia principal se encuentra en la caída de la contribución en el sector de la construcción, y en el crecimiento del sector de comercio, transporte y hostelería. El aumento del empleo industrial, sin embargo, sigue siendo muy bajo. Volvemos, pues, a un modelo de crecimiento similar al anterior, concentrado en un sector servicios con una productividad baja.

Tabla 1: Contribución al crecimiento del empleo, por sectores (CNAE).

Tabla 1: Contribución al crecimiento del empleo, por sectores (CNAE).

Las consecuencias sobre los salarios

Los bajos salarios que caracterizan esta creación de empleo están directamente relacionados con el elevado desempleo existente, y con la reforma laboral implementada en 2012 por el Gobierno del Partido Popular, que impulsó la política de devaluación salarial. Pero están también asociados al tipo de puestos de trabajo que se crean. Aparte de la concentración en sectores de bajo valor añadido que acabamos de señalar, una consecuencia del elevado peso de los contratos temporales es la bajada del salario medio: en 2015, la ganancia media anual de un asalariado con contrato temporal fue 8.200 euros inferior a la de un asalariado con contrato indefinido. Además, los nuevos contratos que se firman ahora también reflejan salarios más bajos que los nuevos contratos que se firmaban antes de la reforma laboral: en 2015, el salario medio de los trabajadores con menos de un año de antigüedad en la empresa era un 4% inferior al salario de 2010. Si nos fijamos en la decila de salarios más bajos, esta caída salarial es de un 24%.

Ofensiva contra la precariedad

La precariedad laboral no es un problema coyuntural de la economía española: es una característica estructural de nuestro modelo de crecimiento que ha sido potenciada por las políticas económicas aplicadas en los últimos años.

Su reducción significativa requiere medidas urgentes y coordinadas que eviten su cronificación: es necesaria una auténtica ofensiva contra la precariedad. Esto implica medidas estrictamente laborales, como la limitación de la temporalidad y la persecución del fraude, así como la limitación de la figura del «falso autónomo». Asimismo, erradicar los bajos salarios requiere derogar la reforma laboral de 2012 y recuperar la negociación colectiva, pero también elevar el salario mínimo hasta los 1.000 euros al año. Finalmente, terminar con la precariedad laboral exige, a medio plazo, una estrategia de política industrial activa que tenga por objetivo el desplazamiento de la actividad económica hacia sectores con mayor productividad.

Secretaría de Economía, Energía y Modelo Productivo

Martes, 3 de octubre de 2017