Las elecciones presidenciales del pasado 3 de noviembre en EE. UU. han supuesto un momento decisivo para el país y para el mundo. Cuatro años de gestión de Donald Trump y una pandemia global han llevado al país a un colapso económico sin precedentes en varias décadas, a unas profundas fracturas sociales y culturales, a millones de personas a afrontar una nueva oleada de COVID-19 tras haber perdido su empleo y su cobertura sanitaria, y a unos niveles muy preocupantes de crispación y polarización política y social. Hacia afuera, las políticas y acciones unilaterales de Trump no han hecho sino agudizar la crisis del sistema multilateral y avivar numerosos conflictos, y han hecho tambalear los cimientos de las relaciones con la UE, a quien ha tratado como un competidor más que como un aliado. Frente a ello, la UE se ha resignado y renunciado en múltiples ocasiones a actuar en favor de sus propios intereses y los de sus pueblos.

Desde Podemos celebramos la derrota electoral de Donald Trump, un referente perdido para la derecha y la ultraderecha en EE. UU. y en otras partes del mundo y también una victoria para el pueblo y la sociedad civil. No obstante, y al contrario de lo que ha intentado establecer Joe Biden, Trump no ha sido solamente producto de «un mal sueño». Es reflejo de la existencia de una amplia —y creciente— base social reaccionaria que aglutina desde acérrimos defensores del neoliberalismo global a perdedores de dichas políticas neoliberales; que incluye a parte del establishment estadounidense, pero también a buena parte de la clase trabajadora movilizada en gran medida por la incertidumbre, el miedo o la desesperanza, causadas por las políticas de los gobiernos Republicanos y Demócratas, y la globalización salvaje que ha afectado negativamente la vida de las clases populares de EE.UU. Según las encuestas, de hecho, aunque Trump ha bajado ligeramente sus apoyos entre el sector de hombres blancos (principalmente en entornos urbanos), ha subido en el resto de sectores: mujeres blancas, comunidades negras, latinas, etcétera. Esto es síntoma también del alto nivel de movilización y participación electoral, sin precedentes desde hace más de un siglo.

Sin embargo, no podemos decir que la victoria de Biden constituya «una victoria moral» para su electorado. Aunque suyos son los estados de Georgia, Pensilvania, Arizona, Michigan, Nevada y Wisconsin, estados que han terminado siendo azules (el color del Partido Demócrata), y lo han sido con un resultado muy ajustado. El mensaje para Biden es claro: no basta con «volver a la normalidad», sino que deben abordarse, de forma decidida, las causas de la desigualdad económica, social y racial en EE. UU. Derrotar a Trump en las urnas es solo un primer paso; ahora debe derrotar lo que Trump representa. Y, para ello, necesita incorporar y ganarse el apoyo de las bases socialistas y los movimientos por la igualdad racial y de género y por la justicia social y económica en el país. En riesgo está no sólo la democracia estadounidense, sino también la democracia internacional.

Por todo ello instamos a la UE a erigirse como un actor independiente de EE. UU. en el escenario global, con autonomía estratégica para definir y defender sus propios valores e intereses en un mundo cada vez más convulso e inestable. Esto es: romper con las estructuras que ligan la acción exterior europea al devenir de la política estadounidense, y establecer nuevos mecanismos y alianzas con los que trabajar para construir un sistema multilateral más democrático, en el que las decisiones se tomen de manera horizontal, cooperativa e independientemente de «hombres reaccionarios» con intereses contrarios a los consensos internacionales y a los intereses comunes de nuestros pueblos, incluyendo el pueblo estadounidense.

Desde Podemos trabajaremos en todas las instancias (a nivel nacional, europeo e internacional) para avanzar hacia esos objetivos y lograr un nuevo enfoque de relaciones con EE. UU. y con el mundo, donde la defensa de la democracia y del derecho internacional, el diálogo para la resolución de conflictos, el multilateralismo, la desmilitarización, el respeto a los derechos humanos, la igualdad de género, el desarrollo sostenible y la justicia social estén en el centro de todas las políticas comunitarias.


Miércoles, 11 de noviembre de 2020