Nos preocupa enormemente el triunfo electoral de Donald Trump. El presidente electo ha realizado una campaña deslavazada, racista y machista, mostrando una falta de respeto clamorosa por los derechos humanos. Su victoria podría institucionalizar un movimiento ultrarreaccionario, similar a los que hoy resurgen en muchos lugares de Europa, que nos recuerda a las peores pesadillas de nuestro pasado. El riesgo es mayor en vista de que, además de la Presidencia, el Partido Republicano controlará la Cámara de Representantes, el Senado y una mayoría de estados, y podrá profundizar la mayoría conservadora de la Corte Suprema, lo que tendrá importantes consecuencias sobre los derechos políticos y civiles de los y las estadounidenses.

El resultado refleja la profunda crisis del sistema político norteamericano. Trump ha sido capaz de cabalgar sobre una ola de descontento popular causado por las crecientes desigualdades económicas, sociales y de género, así como la percepción de que las élites de los partidos únicamente se deben a sí mismas y están unidas a sus grandes donantes por el vínculo inquebrantable de la corrupción. La pérdida de apoyos entre la clase blanca trabajadora y la incapacidad de movilizar a las minorías, los jóvenes, las mujeres y los sectores más golpeados por el crecimiento de la pobreza y la exclusión social en el país muestra, además, que el impacto de la crisis de 2008 y su posterior gestión han pasado una factura inapelable al Partido Demócrata. La nominación de Hillary Clinton, que a ojos del electorado representa los peores rasgos del establishment, no hizo sino empeorar sus posibilidades.

El Partido Demócrata debe tomar nota de lo ocurrido. Su cúpula boicoteó activamente el poderoso e ilusionante movimiento progresista que impulsó al senador Bernie Sanders, que defendía un cambio radical para democratizar la economía y la sociedad estadounidense y planteaba, entre otras propuestas, el aumento del salario mínimo, una sanidad y educación universales, públicas y gratuitas, la protección de los derechos de las mujeres y las mínorias, la defensa del medio ambiente y la oposición a los acuerdos de libre comercio. Tras perder las primarias en 23 estados, y con denuncias de graves irregularidades en el proceso, Clinton decidió ignorar la realidad política que representa Sanders y se volcó en una campaña conservadora y deslucida, que no planteaba una alternativa genuina a las politicas neoliberales aplicadas desde hace cuatro décadas. A futuro, tanto la oposición a Trump como la articulación de una alternativa democrática y popular en el país dependen de la ilusión y movilización que ha generado el movimiento de Sanders, que plantea una salida democrática y emancipadora a la crisis del país.

La victoria de Trump supone también un serio toque de atención para Europa, que afronta en los próximos meses elecciones presidenciales en Austria, el referéndum italiano, y elecciones decisivas en Francia y Alemania. El resultado del Brexit ya demostró que, mientras no se dé marcha atrás en el austericidio, el recorte de derechos y la promoción de tratados comerciales que sólo benefician a las élites y empujan a millones de mujeres y hombres a la pobreza, las organizaciones xenófobas y ultranacionalistas tendrán el camino abierto para crecer. Desde Podemos nos negamos a quedarnos de brazos cruzados ante el desmantelamiento de nuestros derechos y el avance de la extrema derecha en el continente. Frente a la internacional reaccionaria, seguiremos construyendo junto con otros partidos políticos y movimientos sociales de todo el mundo una alternativa basada en la democracia, los derechos humanos, la equidad de género y la justicia social. La mejor alternativa a fenómenos como el que representa Trump no es someter a nuestros pueblos al chantaje electoral del mal menor. Es construir alternativas y proyectos democráticos que defiendan nuestro derecho, y el de las generaciones que nos seguirán, a vivir en paz, en igualdad, libertad y fraternidad.