“Yo sé perfectamente bien que los procesos revolucionarios sacuden y convulsionan a los pueblos. Pero sé también que aquí hemos querido, y tratamos de hacer, algo que otros pueblos no alcanzaron: una revolución por cauces distintos, de acuerdo a nuestra historia, a nuestra tradición, y a nuestra realidad. Espero que solos seamos capaces de escribir una página más para señalar que Chile tiene su propia voluntad creadora, y su noble decisión de hacer cada vez más grande la patria.” – Salvador Allende, julio de 1973.

El 11 de septiembre de 1973 las Fuerzas Armadas de Chile bombardearon el Palacio de la Moneda, sede del gobierno de la Unidad Popular, para derrocar al presidente Salvador Allende e instaurar una dictadura que duraría hasta 1990. A 50 años de aquel oscuro episodio que marcó la historia de Chile y del mundo, recordamos con respeto y dolor la muerte de Salvador Allende, que pagó con su vida la lealtad del pueblo; a los hombres y mujeres chilenas que dieron su vida por la democracia, y la importancia de construir poder popular y mantener la memoria viva para que la barbarie no se repita.

A España y a Chile nos unen estrechos lazos políticos, culturales y emocionales, en gran medida por las similitudes de los procesos que marcaron nuestra historia reciente. Es inevitable hacer una conexión entre la historia de Chile y la de España, así como la de otros países de América Latina, que sufrimos un golpe de Estado que abrió paso a una dictadura y a una feroz represión contra nuestros pueblos. En ambos países la transición hacia la democracia dejó en el olvido los crímenes de la dictadura y en la impunidad a sus responsables. En ambos todavía mantenemos heridas que están por cerrar y sanar, colectiva y democráticamente.

Fueron las familias y asociaciones de víctimas, una vez más el pueblo organizado, quienes realizaron el llamado a la verdad, la justicia y la reparación para todas las víctimas de violaciones de derechos humanos. Nos demostraron que la lucha por la memoria y las garantías de no repetición implican un compromiso continuo con la democracia y los derechos humanos, en lo que la participación ciudadana es fundamental, pero también unas políticas de Memoria y defensa de los Derechos Humanos sean políticas de Estado y no de partido.

Una de las grandes lecciones que nos enseñó este trágico episodio es la importancia de cuidar y proteger nuestras democracias. En un contexto global y regional de avance reaccionario y cuestionamiento de los principios democráticos y los derechos más fundamentales, con intentos de reescribir el pasado u ocultarlo bajo el manto de la impunidad, la lucha por la verdad, la justicia, la reparación y las garantías de no repetición son compromisos ineludibles para nuestras sociedades y gobiernos. Porque sólo conociendo, recordando y haciendo justicia con nuestro pasado podremos caminar hacia un futuro de esperanza, en el que, como dijo el presidente Salvador Allende, se abran las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.


Lunes, 11 de septiembre de 2023