Andalucía

Echamos de menos el rumor de las olas del mar. De ese mar de fondo que había agitado un temporal de olas de dignidad en aquel mayo de 2011 en todas las plazas de pueblos y ciudades de Andalucía, y de España, y de Atenas, y de Nueva York. Y antes de Túnez y El Cairo. Las Setas, El Carmen, El Palillero, La Constitución, la Plaza del Educador, la Plaza de las Monjas, El Bulevar. Es aquella MAREA, la que necesitamos invocar. Porque frente a ella, frente a la PAH que no ocupaba entonces ningún escaño en la cámara catalana, ningún diputado o diputada se atrevió siquiera a pensar en la posibilidad de votar en contra aquel día de julio. Podemos discurre por un camino con dos desfiladeros de impotencia: la nostalgia y la domesticación. La construcción del espacio seguro de las identidades como habitaciones cerradas y la insignificancia del runrún parlamentario, de la mímesis con la moqueta. Atravesar cada mañana el dintel de “absténganse los impuros” o elegir la puerta que dice “abandone aquí toda esperanza”. No nos conformamos. Queremos crear una marea. Y una marea la constituyen miles de olas. Y cada ola está compuesta por miles de gotas de mar que tienen como sentido decidir el rumbo de nuestra Marea Andaluza. Un pie en las instituciones, mil pies en las calles, dijimos tantas veces. Pusimos un pie en las instituciones, toca poner los mil pies en las calles, las plazas, los pueblos y los barrios de Andalucía.

El pueblo andaluz necesita un cambio, este cambio sólo puede venir de la mano de una propuesta política transversal e incluyente, que conecte con los y las andaluzas de cada rincón de nuestro territorio, que les proponga soluciones a sus problemas y que compatibilice no dar un paso atrás en la defensa de sus derechos con la política de la propuesta. Para ganar Andalucía es preciso mirar al futuro, un futuro en el que Andalucía tiene que tener voz y agenda propia que resuene en todo el país como la que más. Sólo así seremos abanderados creíbles de una bandera que algunos llevan levantando durante 40 años mientras cada día nos separan más de la convergencia en igualdad y servicios públicos con una Europa cada día más lejana.

Estoy convencida de que se puede y se debe cambiar Podemos. Empezaba a no gustarme el Podemos de disputas que poco tienen que ver con lo que realmente mejora las condiciones de vida de la gente y que era nuestro objetivo principal. La política es cuidado, es hacer que la gente viva mejor, sufra menos y se empodere para ser más libre. Aspiro a la Secretaría General como una expresión de afecto a nuestros conciudadanos, y esto debe traducirse en hechos, a través de trabajo institucional y con la sociedad civil, en cada esquina de Andalucía. Para que podamos vivir una vida digna en esta tierra necesitamos un partido fuerte y grande que ponga toda la inteligencia colectiva a trabajar, a lograr nuestra «Andalucía como la que más». Necesitamos cambiar Podemos para que gane Andalucía.